DE LOS CUARENTA PARA ARRIBA, MÓJATE LA
BARRIGA… (Revista Española de Educación Física, Número 123 - Enero 1960)
Julio Llorente Sanchiz, Entrenador
Nacional de Natación
DÍGAME, señor
mío, ¿para qué quiere que me moje la barriga y por qué me tutea usted?
Lo del tuteo, respetable señor, es por
seguirle la corriente al refrán y en lo referente a su no menos respetable
barriga trataré de explicarle, convencerle y hacerle un adepto.
¿Se ha fijado
usted en las edades que murieron D. Juan de Austria, Felipe el Hermoso o
Gustavo Adolfo Bécquer? Muy jóvenes amigo mío, ridículamente jóvenes. ¿Sabe
usted que Tutankamón, el gran faraón, tenía tan solo dieciocho años cuando hubo
de verdarle y conservarle en betún y alcanfor?
Observe, amigo
mío, por contraste a los conductores actuales del mundo: Eisenhower, Adenauer,
el viejo Churchill todavía de la actividad artística y literaria. Ha cambiado
en longitud el trazado de la curva de la vida en su crecer, madurar y declinar
e incluso el sentido de la vida misma.
¿Qué por qué le
digo todo esto? ¿Qué a donde voy a parar con todas estas disquisiciones?
Espere, respetable señor y querido amigo, porque lo que deseo es llevarle,
arrastrarle para que sea de los míos. Pero deseo un convencido y no un
entusiasta pasajero de débil voluntad.
Aparte de algún
que otro Matusalén, duro como una roca, la muerte segaba en tierno hace muchos
años. Una gripe maligna barría Europa y el mundo con más violencia que diez
guerras juntas. No había penicilina ni antibióticos, ni sulfamidas, ni apenas
vacunas. Hoy, en cambio, es difícil y los viejos perduran.
Pero vivir en viejo no vale la pena.
Vivir jubilado d toda actividad, la mano cansada y temblorosa sobre el bastón,
la mirada vidriosa contemplando un eterno invierno y el oído sordo al cantar de
los pájaros, eso no lo quiere nadie.
Olvide, sin
embargo, la descripción arcaica del viejo arcaico. Usted es joven, aunque no lo
crea muchas veces; usted tiene tan sólo los músculos dormidos y cansados bajo
la grasa y su espíritu está teñido de gris. Hagamos juntos una cabriola, ríase
aunque le suene a hueco y a falso las primeras risas; pero por Dios suelte
antes la colilla del puro si puede ser para siempre y aparte la copa de coñac
como quien no quiere la cosa. No, no es ascetismo es más bien materialismo sin
pecado lo que vamos a emprender. Y no me creo superior al permitirme un
consejo, soy simplemente un convencido, fanáticamente convencido de una nueva
doctrina que desea un nuevo prosélito.
Coja un álbum
de fotografías de principio de siglo y contemple a los señores de su edad.
Respetables, demasiado respetables. Señores sedentarios apegados al sillón. Las
más veces sobra de kilo, alguna vez como tortuguitas consumidas escapándose por
el amplio cauce de un cuello duro.
Ellos posaban
en la postura que correspondía entonces a un cuarentón o a un cincuentón:
gravedad, chaleco como un corsé, escaso movimiento. Deportes: julepe, subasta y
chamelo. Alimentación suculenta y abundante.
Actualmente, D.
Juan de Austria si viniera en la edad en que murió estaría tratando de terminar
agrónomos y usted, señor mío, actualmente apechuga bravamente con una tesis
doctoral y se presenta a unas oposiciones si se lo ponen por delante. Hogaño
están en el activo, en ascensión los que antaño estaban en el pasivo, en el
declinar. Sea, pues, joven y emprendedor porque entre otras razones no le queda
a usted más remedio.
¿Canta usted
por las mañanas mientras se afeita? Hágalo desde ahora mismo. Tengo un amigo
médico que me asegura que ningún cantante padece de hipertensión. Las bases
pulmonares se ventilan, el carbónico residual escapa al exterior, la sangre
circula alegremente por cien arroyuelos juguetones con sus orillas cuajadas de
amapolas. Y aquí humildemente quiero apuntarme el primer tanto: la canción que
usted quizás no tenga el humor de cantar y prolongar lo suficiente en la mañana
amenazadora de un lunes, pongamos, como ejemplo, la puede cantar
silenciosamente por usted y para una sirena dulce o salada llamada NATACIÓN.
Acuda a nuestra
piscina cubierta. Ahora en pleno invierno. Usted llegará con su gabán, su
bufanda y su complejo de viejo; esperará encontrar jovenzuelos y solamente
gráciles jovenzuelos. Pues no! Por lo pronto tres calvas flotando alegremente,
sí señor, alegremente. ¿Condición social y económica?: un taxista nocturno, un
médico, un delineante. Observe ahora a aquel hombre que entra con aire cansado;
es un tipógrafo un tanto agotado por su jornada de trabajo. Lo verá usted
renacer como el ave fénix en cuanto se haya mecido entre las aguas al compás de
una braza marinera. Aquel señor con aspecto de inglés, es un catedrático
español capaz de nadar miles de metros a su ritmo lento y saludable.
¿Campeones en
su juventud? No, señor. Perdone que señale con el dedo: aquél vino hace tres
años arrastrando una pierna que conoció ya la ciática en su temprana edad; éste
vino tristemente vencido por la obesidad del cuerpo y del alma; aquél para
escapar de algo que puede ser el humo de su oficina o la angustia de cada día…
¿Entonces
yo?... Sí, usted vendrá. Usted vendrá y se quedará en la tertulia de los viejos
amigos que dejaron la vejez arrinconada sobre el tapete verde plata de las
aguas. Cunado usted entre no verá más que sonrisas de aliento y bienvenida.
¿Qué no sabe
nadar? Casi estoy por decirle que mejor. Yo le enseñaré. En tres días flotará,
en una semana iniciará una doble braza rudimentaria, al final de la temporada
su brazada será perfecta. Será usted mismo e que en la temporada siguiente
pedirá consejo sobre nuevos estilos.
Descuide que no
sentirá usted pereza; si viene una semana vendrá siempre, se notará enfermo si
falta a la cita. La natación es una novia fiel en el deporte, novia que termina
siempre en esposa. Sinceramente salvo un Di Stefano no es saludable ni
apetecible darle al balón en cuanto se pasa de los veinticinco, aparte de que
para ellos es necesario que veintidós señores se pongan de acuerdo en día y
hora. La equitación tranquila, burguesa y regalada necesita caballo
naturalmente y un caballo que come un par de piensos todos los días. A la
postre es el caballo quien se mantiene en forma con este tipo de equitación. Sí
señor, me parece bien el deporte de frontón, pero volvemos a lo mismo, usted
debe buscar un compadre o tres compadres más y quizá por su profesión esté
obligado a mantener unas manos cuidadas y sensibles. Además ahora, y por Dios
sin tratar de apabullarle, le ofreceré otros argumentos prácticos.
¿Se da usted cuenta de que una caída de esquí, por ejemplo, puede ocasionarle una factura de columna vertebral que le tenga seis meses inmóvil y sin poderlo ganar como dice el pobre del cuento? Y más aún! Seamos jóvenes, pero con prudencia. En nuestra actividad deportiva de diario no es conveniente para los que ya no somos colegiales el espíritu desordenado de competición; ganar en el frontón rematar en fútbol. Lo que necesitamos es una marcha moderada y optimista en el deporte por un suave sendero, mientras el corazón cantando o latiendo alegremente, sin nudos, sin congojas. Y esto es lo que le ofrece a usted la natación, respetable señor nuestro.
¿Se da usted cuenta de que una caída de esquí, por ejemplo, puede ocasionarle una factura de columna vertebral que le tenga seis meses inmóvil y sin poderlo ganar como dice el pobre del cuento? Y más aún! Seamos jóvenes, pero con prudencia. En nuestra actividad deportiva de diario no es conveniente para los que ya no somos colegiales el espíritu desordenado de competición; ganar en el frontón rematar en fútbol. Lo que necesitamos es una marcha moderada y optimista en el deporte por un suave sendero, mientras el corazón cantando o latiendo alegremente, sin nudos, sin congojas. Y esto es lo que le ofrece a usted la natación, respetable señor nuestro.