sábado, 12 de mayo de 2012

Orgullo de abuelo...


DE LOS CUARENTA PARA ARRIBA, MÓJATE LA BARRIGA… (Revista Española de Educación Física, Número 123 - Enero 1960)
Julio Llorente Sanchiz, Entrenador Nacional de Natación

DÍGAME, señor mío, ¿para qué quiere que me moje la barriga y por qué me tutea usted?
Lo del tuteo, respetable señor, es por seguirle la corriente al refrán y en lo referente a su no menos respetable barriga trataré de explicarle, convencerle y hacerle un adepto.
¿Se ha fijado usted en las edades que murieron D. Juan de Austria, Felipe el Hermoso o Gustavo Adolfo Bécquer? Muy jóvenes amigo mío, ridículamente jóvenes. ¿Sabe usted que Tutankamón, el gran faraón, tenía tan solo dieciocho años cuando hubo de verdarle y conservarle en betún y alcanfor?
Observe, amigo mío, por contraste a los conductores actuales del mundo: Eisenhower, Adenauer, el viejo Churchill todavía de la actividad artística y literaria. Ha cambiado en longitud el trazado de la curva de la vida en su crecer, madurar y declinar e incluso el sentido de la vida misma.
¿Qué por qué le digo todo esto? ¿Qué a donde voy a parar con todas estas disquisiciones? Espere, respetable señor y querido amigo, porque lo que deseo es llevarle, arrastrarle para que sea de los míos. Pero deseo un convencido y no un entusiasta pasajero de débil voluntad.
Aparte de algún que otro Matusalén, duro como una roca, la muerte segaba en tierno hace muchos años. Una gripe maligna barría Europa y el mundo con más violencia que diez guerras juntas. No había penicilina ni antibióticos, ni sulfamidas, ni apenas vacunas. Hoy, en cambio, es difícil y los viejos perduran.
Pero vivir en viejo no vale la pena. Vivir jubilado d toda actividad, la mano cansada y temblorosa sobre el bastón, la mirada vidriosa contemplando un eterno invierno y el oído sordo al cantar de los pájaros, eso no lo quiere nadie.
Olvide, sin embargo, la descripción arcaica del viejo arcaico. Usted es joven, aunque no lo crea muchas veces; usted tiene tan sólo los músculos dormidos y cansados bajo la grasa y su espíritu está teñido de gris. Hagamos juntos una cabriola, ríase aunque le suene a hueco y a falso las primeras risas; pero por Dios suelte antes la colilla del puro si puede ser para siempre y aparte la copa de coñac como quien no quiere la cosa. No, no es ascetismo es más bien materialismo sin pecado lo que vamos a emprender. Y no me creo superior al permitirme un consejo, soy simplemente un convencido, fanáticamente convencido de una nueva doctrina que desea un nuevo prosélito.
Coja un álbum de fotografías de principio de siglo y contemple a los señores de su edad. Respetables, demasiado respetables. Señores sedentarios apegados al sillón. Las más veces sobra de kilo, alguna vez como tortuguitas consumidas escapándose por el amplio cauce de un cuello duro.
Ellos posaban en la postura que correspondía entonces a un cuarentón o a un cincuentón: gravedad, chaleco como un corsé, escaso movimiento. Deportes: julepe, subasta y chamelo. Alimentación suculenta y abundante.
Actualmente, D. Juan de Austria si viniera en la edad en que murió estaría tratando de terminar agrónomos y usted, señor mío, actualmente apechuga bravamente con una tesis doctoral y se presenta a unas oposiciones si se lo ponen por delante. Hogaño están en el activo, en ascensión los que antaño estaban en el pasivo, en el declinar. Sea, pues, joven y emprendedor porque entre otras razones no le queda a usted más remedio.
¿Canta usted por las mañanas mientras se afeita? Hágalo desde ahora mismo. Tengo un amigo médico que me asegura que ningún cantante padece de hipertensión. Las bases pulmonares se ventilan, el carbónico residual escapa al exterior, la sangre circula alegremente por cien arroyuelos juguetones con sus orillas cuajadas de amapolas. Y aquí humildemente quiero apuntarme el primer tanto: la canción que usted quizás no tenga el humor de cantar y prolongar lo suficiente en la mañana amenazadora de un lunes, pongamos, como ejemplo, la puede cantar silenciosamente por usted y para una sirena dulce o salada llamada NATACIÓN.
Acuda a nuestra piscina cubierta. Ahora en pleno invierno. Usted llegará con su gabán, su bufanda y su complejo de viejo; esperará encontrar jovenzuelos y solamente gráciles jovenzuelos. Pues no! Por lo pronto tres calvas flotando alegremente, sí señor, alegremente. ¿Condición social y económica?: un taxista nocturno, un médico, un delineante. Observe ahora a aquel hombre que entra con aire cansado; es un tipógrafo un tanto agotado por su jornada de trabajo. Lo verá usted renacer como el ave fénix en cuanto se haya mecido entre las aguas al compás de una braza marinera. Aquel señor con aspecto de inglés, es un catedrático español capaz de nadar miles de metros a su ritmo lento y saludable.
¿Campeones en su juventud? No, señor. Perdone que señale con el dedo: aquél vino hace tres años arrastrando una pierna que conoció ya la ciática en su temprana edad; éste vino tristemente vencido por la obesidad del cuerpo y del alma; aquél para escapar de algo que puede ser el humo de su oficina o la angustia de cada día…
¿Entonces yo?... Sí, usted vendrá. Usted vendrá y se quedará en la tertulia de los viejos amigos que dejaron la vejez arrinconada sobre el tapete verde plata de las aguas. Cunado usted entre no verá más que sonrisas de aliento y bienvenida.
¿Qué no sabe nadar? Casi estoy por decirle que mejor. Yo le enseñaré. En tres días flotará, en una semana iniciará una doble braza rudimentaria, al final de la temporada su brazada será perfecta. Será usted mismo e que en la temporada siguiente pedirá consejo sobre nuevos estilos.
Descuide que no sentirá usted pereza; si viene una semana vendrá siempre, se notará enfermo si falta a la cita. La natación es una novia fiel en el deporte, novia que termina siempre en esposa. Sinceramente salvo un Di Stefano no es saludable ni apetecible darle al balón en cuanto se pasa de los veinticinco, aparte de que para ellos es necesario que veintidós señores se pongan de acuerdo en día y hora. La equitación tranquila, burguesa y regalada necesita caballo naturalmente y un caballo que come un par de piensos todos los días. A la postre es el caballo quien se mantiene en forma con este tipo de equitación. Sí señor, me parece bien el deporte de frontón, pero volvemos a lo mismo, usted debe buscar un compadre o tres compadres más y quizá por su profesión esté obligado a mantener unas manos cuidadas y sensibles. Además ahora, y por Dios sin tratar de apabullarle, le ofreceré otros argumentos prácticos.
¿Se da usted cuenta de que una caída de esquí, por ejemplo, puede ocasionarle una factura de columna vertebral que le tenga seis meses inmóvil y sin poderlo ganar como dice el pobre del cuento? Y más aún! Seamos jóvenes, pero con prudencia. En nuestra actividad deportiva de diario no es conveniente para los que ya no somos colegiales el espíritu desordenado de competición; ganar en el frontón rematar en fútbol. Lo que necesitamos es una marcha moderada y optimista en el deporte por un suave sendero, mientras el corazón cantando o latiendo alegremente, sin nudos, sin congojas. Y esto es lo que le ofrece a usted la natación, respetable señor nuestro.